martes, 19 de octubre de 2010

Enterrando expectativas





Es difícil hablar sobre Buried sin destripar los acontecimientos que suceden durante su desarrollo. Lo mínimo que puedo decir es lo que todo el mundo sabe: Buried trata sobre un hombre que se despierta enterrado en un ataúd sin saber cómo ha acabado en esa situación, y durante todo el metraje se ve atrapado en ella, con un mechero como fuente de iluminación y un móvil como herramienta para comunicarse con el exterior. Este aislamiento del protagonista no es algo del todo original, pues muchos citan antecedentes como algunas películas de Hitchcock (como Náufragos o La soga) como evidentes influencias de su director, Rodrigo Cortés. Pero como yo no he visto esas cintas, para disimular mi falta de cultura cinematográfica voy a citar Última Llamada, película de 2002 de Joel Schumacher en que Kiefer Sutherland mantiene encerrado a Colin Farrell en una cabina de teléfono durante todo el metraje. La principal diferencia de esta referencia con el film que nos ocupa es que en Buried el protagonista no se encuentra en medio de una gran ciudad, con gente a su alrededor, sino que está a varios metros bajo tierra y completamente solo.


Llegados a este punto, vendría bien valorar por separado el guión y el resto de aspectos de la película. El trabajo de dirección es notable ya que se las apaña para mantenerse fiel a su premisa: todo sucede dentro de un ataúd. En realidad dentro de siete ataúdes diseñados convenientemente para diferentes situaciones técnicas. Así Cortés logra sacar el máximo provecho de la situación en que ha sumergido a su sufrido protagonista. En este aspecto también hay que destacar la magnífica interpretación, más que convincente, de un Ryan Reynolds que suda y parece que incluso sangre de verdad. Sin duda su actuación (recomendable escucharle en versión original) ayuda a que el espectador empatice y se sienta encerrado en la amplia sala del cine.

En contraste, es en el guión donde esta película falla. Y no porque éste sea malo de por sí, sino por las expectativas que todos los medios han generado alrededor de esta obra. Debe aclararse que se trata de un guión ya escrito antes de que se concibiese el film, varias veces rechazado hasta que Cortés lo leyó y decidió valientemente dirigirlo. Así, uno oye que van a estrenar una película que se desarrolla íntegramente en un ataúd, que cuenta con un único actor, y encima oye maravillas por parte de los privilegiados que ya han podido verla, e irremediablemente piensa que debe escudarse en un guión muy potente para no aburrir durante la hora y media que dura. Es entonces perfectamente comprensible la decepción cuando uno va al cine y descubre que el guión no es para tanto, amén de algunos errores garrafales que se le perdonan a una obra de ficción. Además de un par de momentos concretos, supuestamente impactantes pero que parecen totalmente fuera de lugar y le restan realismo al desarrollo. Por no hablar del mensaje político que la cinta desprende sin ningún complejo, que peca de obvio y simple y también acaba rechinando.

Es éste un problema muy frecuente hoy día y siempre, cuando los medios maginfican en exceso cualquier tipo de obra, y se generan unas expectativas que solamente verdaderas obras maestras van a ser capaces de cumplir. Lamentablemente, Buried no es una de esas películas que todos esperamos.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El Americano



Es fácil, viendo el tráiler y teniendo en cuenta toda la promoción, pensar que El Americano es una película de acción. Seguramente esto explica el éxito que ha tenido en taquilla y la mala reacción de gran parte del público tras verla. De manera que habría que dejar clara una cosa a todos aquellos que se planteen acudir al cine para su visionado: El Americano no es una película de acción. Tiene disparos, sí, pero muy pocos y en momentos puntuales. Se da alguna persecución, pero no recuerdo haber contado más de una.

¿En qué género podemos, pues, situar El Americano? No es en absoluto necesario, pero me atrevería a clasificarla como thriller contemplativo o reflexivo. Basada en una novela de Martin Booth, cuenta la historia de un asesino profesional que es forzado a establecerse en un pueblecito de los Abruzos, en Italia. Allí se dedicará a intentar pasar desapercibido mientras lleva a cabo su último trabajo. Pese a ser una producción americana, su director, Anton Corbijn (fotógrafo y director de videoclips), es holandés, y eso se nota. Se nota en que la cinta tiene más de cine europeo que de americano. De hecho, lo único americano que se aprecia es su título y su actor principal, un George Clooney utilizado como reclamo publicitario pero que cumple de sobras con su interpretación. Lo que es ciertamente admirable, dado que los diálogos son escasos y las escenas con Clooney solo ante la cámara abundantes.

El Americano es, como decía, cine europeo, alejado de los estándares comerciales que caracterizan a las superproducciones americanas. Es una película lenta, parsimoniosa, con largos tramos en que parece no ocurrir nada, y con grandes planos paisajísticos de una belleza incomparable. En este sentido recuerda mucho al western, y de hecho su director ha reconocido la influencia de este género sobre su persona y a la hora de realizar esta cinta. Mucha gente, en especial los más impacientes y los no acostumbrados a este tipo de cine, se aburrirá en su butaca. Sin embargo, hay que decir que el filme mantiene la tensión durante todo el metraje y ofrece escenas dignas de recuerdo.

Cabría añadir, para acabar, que en mi caso ha ocurrido el efecto contrario a lo antes mencionado. Llegué pensando que vería una película más dinámica y con más acción, y me marché encantado de que finalmente no fuera así.

martes, 31 de agosto de 2010

Galletas y mierda

Me he levantado moralista. Quien me conoce sabe que, pese a mi aspecto jovial y juvenil, en mi interior habita un viejo rancio y malhumorado, una especie de Larry David envejecido. Suelo mostrar un carácter gruñón y quejumbroso, encontrando siempre algo sobre lo que echar mierda. Así que hoy, para mi primer escrito sobre publicidad, saco a mi viejo carca a pasear. Emulando a un columnista tipo de un diario de derechas cualquiera, voy a ponerme pesado y dar la tabarra con alguna moralina de ésas que normalmente tanto odio.

Pero es que la situación lo requiere. Solemos quejarnos, en general, de que los niños no hacen ni puto caso a sus padres. Algún pedagogo de prestigio decidió, resentido por las collejas que sus progenitores le propinaron, que a los niños hay que dejarlos hacer, permitir que aprendan de forma autónoma a partir de sus propios errores. Si a eso sumamos que muchos padres deciden alegremente delegar su responsabilidad educativa en la escuela, y viceversa, finalmente el papel educativo principal acaba residiendo en la televisión.

No hace mucho llevo viendo algunos anuncios que animan a los infantes a hacer lo que les venga en gana. El primero, el que tiene más miga, muestra a un niño que llega a su hogar con un paquete de una conocida marca de galletas. La madre, sin haberlo visto, le pregunta desde la cocina si ha comprado lo que le había encargado: cereales, huevo, miel... El chaval responde afirmativamente a todo con sonrisa pícara. Finalmente, la mujer descubre el engaño, aunque el niño da a entender que las galletas contienen todo lo que necesitaba su madre, la cual, en vez de soltarle una "galleta", se parte de risa ante el ingenio del maldito crío. Así que, ya sabéis, pasad de vuestra boba madre y compraos lo que os dé la gana con el dinero que os deje.

El segundo caso es el de una abnegada mujer que ve ante la puerta de su casa una cola de amigos (o ni eso) de su amigo Pablito, que han venido a cagar a su lavabo atraídos por el olor del ambientador que se publicita. La pobre mujer pone cara de resignación, lo que permite intuir que no va a mandar a los niños a tomar viento, como sería lógico. No puedo más que imaginarme a la señora limpiando la taza con una escobilla después de toda una tarde de cagadas infantiles, con las consecuentes salpicaduras en la cara de la mierda acumulada en las repugnantes cerdas.

En un futuro no muy lejano podremos ver en nuestros televisores anuncios protagonizados por diabólicos críos que robarán y pegarán a sus padres, y lo encontraremos del todo normal. Vale, ya vuelvo a meter al yayo en la jaula.

martes, 27 de julio de 2010

Canciones de cine: California Dreamin' (Chungking Express)


Nunca he sido muy dado a escuchar bandas sonoras de películas, ni siquiera aquellas que me hayan llamado especialmente la atención. Me gusta pensar en los discos como algo más que una recopilación de canciones, considero que son obras en conjunto a las que los grupos o artistas que han compuesto cada uno de sus temas han querido dar una cohesión y unidad, una entidad más allá del mero sumando de diferentes combinaciones de sonidos armónicos y texto, además de suponer en muchos casos la crónica de una época.


No obstante, de un tiempo a esta parte me viene ocurriendo un hecho que podría explicarse como un mecanismo de condicionamiento clásico de ensayo único, o simplemente con un "vete tú a saber". Resulta que viendo una película que me agrada reparo en una canción (existente previa e independientemente al film) que aparece en alguna escena particular o a lo largo del metraje en general, y que a pesar de ser de sobras conocida nunca había llamado mi atención. A partir de entonces, me gusta escuchar esa pieza, que antes no me decía nada y que me recuerda a la película que, normalmente, me ha dejado más que satisfecho.

No soy un gran entendido en música (tampoco en cine, todo hay que decirlo), pero inauguro aquí una sección en la que comentaré distintas muestras de lo que he explicado, como he podido, en el anterior párrafo.

Esta primera entrega la dedicaré al último caso en que me ha ocurrido dicho fenómeno: California Dreamin' (The Mamas & the Papas, 1956), que aparece en Chungking Express. Es ésta una curiosa película, dirigida por Wong Kar-Wai en 1994, que en su día llamó poderosamente la atención del mismísimo Quentin Tarantino. Cuenta dos historias de amor y desamor ambientadas en Hong Kong, independientes entre sí salvo por un punto común de encuentro, y totalmente diferenciadas en cuanto a estilo y narrativa. La primera trata del enamoramiento por parte de un agente de la policía secreta de una mujer implicada en truculentos negocios de narcotráfico. En la segunda, de ritmo más pausado, la enamorada es una chica que trabaja en un chiringuito de comida rápida, y él es un policía regular, con su uniforme y sus patrullas rutinarias. Cabe destacar que todos los personajes presentan un cúmulo de excentricidades sólo asumibles desde la idea estereotipada que se tiene en el mundo occidental de que "los chinos son raritos".

Es en la segunda parte de la película cuando aparece, repetida hasta la saciedad, la canción California Dreamin', favorita del personaje que interpreta la hipnótica Faye Wong. No sé si es por esta interpretación o por los toques psicodélicos y los coros de la canción, que escenas como las que muestra el vídeo me dejaron con el tema incrustado en mi conciencia durante largos días.



domingo, 25 de julio de 2010

Domingo





Un día como hoy, un domingo de verano de 1990, tenía lugar la famosa masacre de Puerto Hurraco. Para el que no la recuerde (como yo, que tenía 2 años), una larga serie de rencillas entre dos familias acabó con los hermanos Izquierdo dando forma a la cazurrez de la España profunda en su máxima expresión liándose a tiros con todo quisqui.
En 2004 se estrenó la película El 7º día, dirigida por Carlos Saura y guionizada por Ray Loriga, basada en el fatídico suceso.

Lo normal es pensar que partiendo de una base así es difícil que no salga una buena película. Y en realidad no se trata de una mala obra, pero su guión no aprovecha el enorme potencial que ofrece la historia. El principal problema, pues, reside en el guión. De todos los enfoques posibles, el autor se decanta por el más fácil y menos arriesgado, en consecuencia el menos intersante. La película sucede desde el punto de vista de una de las hijas adolescentes de la familia, digamos, víctima. Es éste un planteamiento cobarde, pues la historia es mucho menos complicada de contar desde la perspectiva de las víctimas. Donde reside el verdadero interés del espectador es en los personajes miembros de la familia agresora, desquiciados e insanos, que aquí son retratados como meros locos, con motivaciones muy simples y sin ahondar en sus relaciones interpersonales. Pero centrarse en ellos era demasiado arriesgado, debió pensar Loriga, ya que es complicado entrar en la mente de un asesino e intentar mostrar sus motivos, y más cuando el asesino es una familia entera. De haberla planteado desde este punto de vista, la película podía salir mal, claro, pero también podría haber salido muy bien, desde luego mucho mejor que el resultado final.

Si a todo esto añadimos que, personalmente, me hizo recordar en un principio a Los Santos Inocentes, obra maestra del cine español y me atrevería a decir que mundial, la impresión final no puede mejorar mucho. Las comparaciones son odiosas, sí, pero también inevitables, y el ambiente rural en que se desarrolla la película me retrotrajo automáticamente al célebre film de Mario Camus. Lo que acentúa otro de los fallos de guión: la pobre construcción de los personajes secundarios, algunos metidos con calzador para adornar la historia principal.

Sin embargo, y como conclusión, El 7º día es una película que merece la pena ver. Si uno reduce las expectativas iniciales podrá disfrutar de una historia de venganzas y amores, además de disfrutar de la bonita fotografía, sin sentirse especialmente decepcionado ni aburrido.

domingo, 27 de junio de 2010

La hoguera de las vanidades


















La hoguera de las vanidades
(1989) está dirigida por Brian de Palma y basada en la novela homónima de Tom Wolfe. Libro que no he leído, por lo que todas mis opiniones son acerca del film como tal, y no como adaptación.


Se trata de un tipo de películas que desgraciadamente ya no se hacen. A día de hoy la mayoría de obras cinematográficas insisten en inscribirse en un género determinado, incluso las buenas, y son pocos los estrenos que uno no se atreva a clasificar. Sin embargo nos encontramos ante una obra que tiene parte de drama, parte de comedia e incluso parte de historia "policíaca" o de juzgado.

Lo mejor (y para algunos puede que lo peor) de La hoguera de las vanidades es que parece incapaz de tomarse en serio a sí misma. Su desarrollo es totalmente convencional y su trama en un principio seria, pero está poblada de pequeños excesos, detalles que en ocasiones rozan el surrealismo y que en este caso acercan una película común al título de buena película. Secundarios como el fiscal del distrito que busca desesperadamente un caso en el que condenar a un blanco en el Bronx para ganarse el voto de la comunidad negra o el periodista borracho interpretado por Bruce Willis; historias como la del carrito lleno de mierda o la del avión que lleva árabes a la Meca; situaciones delirantes como la escena de la fotocopiadora o la de la escopeta. Todo son pequeños y no tan pequeños elementos del guión que, de no aparecer, dejarían a este film como uno más.

Pero La hoguera de las vanidades también ofrece interesantes reflexiones sobre temas como lo peligroso del "racismo positivo" o discriminación positiva, el poder manipulador de la prensa, la falta de escrúpulos en la lucha por el poder o la diferencia entre la justicia como valor o derecho y la justicia como proceso legal.

No estamos ante un peliculón con todas las letras, pero sí ante un film que se deja ver y que bien merece un par de horas muertas que dedicarle.

domingo, 20 de junio de 2010

Operación Mamarracho


Mientras escribo estas líneas está sonando de fondo el nuevo programa de Antena 3 Operación Momotombo. Si no han visto su primer capítulo ni los anuncios de su promoción, el título les podría incluso sonar bien, como a aventura exótica. Pero nada más lejos de la realidad.


Operación Momotombo se inscribe en una fórmula que parece hacer furor últimamente entre los productores televisivos: coger a un puñado de adolescentes y jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni tienen ninguna intención de hacerlo, y los ponen a currar y a convivir juntos mientras son grabados. Los chavales, además de ser unos vagos de cuidado, discuten, insultan o directamente agreden a miembros de su familia en su vida diaria. Que están hechos unos buenos piezas, vamos.

En esta ocasión se ha introducido un componente común ya en otros realities: mandarlos a Nicaragua a realizar una supuesta labor humanitaria. Obviamente, los beneficiados de este trabajo solidario son los miembros de las familias de cuyos anticristos particulares consiguen librarse durante unas semanas, más que los pobres nicaragüenses que intentan construir un comedor para niños con la ayuda de los zagales. Sobra decir que los jóvenes no dan un palo al agua, llegan tarde y faltan al respeto a los nativos. Por ello el carácter solidario del programa es una falacia: continuamente se insiste en la responsabilidad que tienen los participantes ("si no llegan a la hora, los niños no podrán comer" he llegado a leer en pantalla), pero resulta incomprensible que dicha responsabilidad sea real si lo que se pretende veraderamente es ayudar a los autóctonos en su labor.

Pero eso no es todo, ya que a lo largo del programa llama la atención la presencia de un personaje que deviene en el mayor perjudicado en esta pesada broma. Éste es la persona que debe encargarse de vigilar a los sujetos y motivarlos para el trabajo, nada más y nada menos que Julio Salinas, el famoso ex-futbolista y parece que ya ex-comentarista deportivo, que ya realizó la titánica labor de aguantar las tonterías del difunto Andrés Montes en La Sexta. A lo largo de cada programa podemos ver a un Salinas cada vez más delgado y con peor cara desesperarse intentando despertar a unos zánganos mal criados, riñéndolos y aguantando su insolencia cual niñera de la casa real intentando domar al pequeño Froilán. No alcanzo a imaginar lo negra que debe tener el alma el despiadado que engañó al pobre futbolista para que firmara el contrato.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Perdidos (y 6)

Finalmente, después de oír/leer todo tipo de opiniones, he visto el final de la serie de moda. Hace un rato, no vayan a creer que fui tan patético como para levantarme a las 6 de la mañana, que a esas horas tengo cosas más importantes que hacer, como dormir.

Cuando escribí mi impresión acerca de la primera temporada de la serie, pensaba hacer lo propio con cada una de las cinco que faltaban. Sin embargo, la pereza y el hecho de verlas todas seguidas, sin pausa entre ellas, me hizo decidirme por valorar la serie en conjunto una vez terminada. Bien, pues la mayoría de lo que escribí entonces lo mantengo, con la excepción en lo que concierne a los personajes, pues muchos de ellos efectivamente evolucionan y dejan de ser prototipos, y aparecen algunos nuevos realmente interesantes (como es el caso de Benjamin Linus). Sin embargo, algunos de los caracteres me siguieron pareciendo tediosos.

A nivel global, y para el que no la conozca, hay que aclarar que la serie está planteada de manera que nunca se resuelve todo, simplemente porque no existen respuestas, se han creado misterios sin solución. Es todo una maniobra para captar la atención, para engancharnos, y desde luego lo consiguen. La táctica consiste en ir "solapando" misterios, de forma que continuamente se crean enigmas más inquietantes que hacen que el espectador se olvide de los anteriores. En el mejor de los casos, éstos acaban resolviéndose a medias, muchas veces de forma insatisfactoria. Por poner un par de ejemplos: ¿alguien sabe por qué las mujeres no pueden concebir descendencia en la isla? ¿de dónde proceden "los otros"?¿qué pinta la estatua en todo esto?

Sin embargo, empezando a ver la serie mucho tiempo después del inicio de su retransmisión, cuando concluyó la quinta temporada, es decir cuando el fenómeno ya estaba más que consolidado, uno se da cuenta de que no es una serie tan rebuenísima como había oído hablar. Sin esperas, sabiendo que aquello que empezaba iba a durar seis temporadas, es posible escapar de, por decirlo alguna forma, el “engaño” de sus guionistas, y valorar la serie por lo que realmente es, y no por lo que se puede pensar que es. Es más, cuando uno ve por donde van los tiros ya en la cuarta temporada, empieza a olerse la tostada de un supuesto final más que decepcionante para aquel que espere respuestas.

Acerca del final, no me ha parecido que desentonase con el conjunto de la serie. Después de las mediocres quinta y sexta temporadas, no lo imaginaba ni mejor ni peor. Sin embargo, después de estos días en que ha sido criticado, pues la verdad es que lo esperaba peor. Cierto que no ofrece explicaciones, tampoco las esperaba. Cierto también que se hace largo, tira demasiado de tópicos y en ocasiones peca de ñoño, pero nada que no se hubiera visto anteriormente. Todo acorde con la dinámica general desde que a los guionistas se les fue la castaña allá por la cuarta o quinta temporada, cuando quedó patente que aquello carecería de sentido y que lo estaban estirando como un chicle.

Por todo esto, no voy a recordar Perdidos como una serie fantástica(no me refiero al género) ni decepcionante, sino como una serie bastante entretenida y, eso sí, sobrevaloradísima.

domingo, 16 de mayo de 2010

Catwoman contra el maquillaje

Catwoman es una película mala, muy mala. Se mire por donde se mire. No tengo ni idea sobre el personaje de cómic original, pero tengo entendido que en su versión cinematográfica no se respeta nada de éste, ni su nombre.

No sabría por dónde empezar a hablar de Catwoman. Quizás por su absurdo guión, seguramente escrito en el baño, tan irrisorio que finalmente acabas por plantearte si de verdad han pagado a alguien por él. Seguramente a esta impresión contribuya un fenómeno común en la mayoría de películas de superhéroes que he visto: más de la mitad del metraje se centra en el origen del personaje, por lo que la trama central del filme queda notablemente deslucida, con poco contenido y resuelta con prisas. Otras perlas que incluye esta débil historia son los excesivos y feos efectos especiales, o las pésimas actuaciones de las renombradas actrices protagonistas, añadidas a la presencia de unos secundarios totalmente prescindibles.

Volviendo a la trama, parece que el guión les pareció tan vergonzoso que intentaron colar una especie de discurso feminista para dignificarlo. Lo que ocurre es que, como se dice en catalán, d'on no n'hi ha no en raja, lo que significa que este discurso está trazado de una manera tan simplista y obvia que acaba empeorando el resultado final. Y en el caso de que no fuera así, si este intento de feminismo no fuera fallido desde su base, el discurso se desmorona en el momento en que aparece la buenorra de Halle Berry contoneándose y mostrando chicha. Lo que, para concluir, hay que admitir que es lo único aceptable que podréis ver en este churro de película.

sábado, 10 de abril de 2010

Victoire!



¿Qué hacen futbolistas como Pelé o Bobby Moore junto a Sylvester Stallone y Michael Caine? Pues una película, qué si no. Una película de fútbol. Y de nazis. ¿Que cómo se come eso? Vean Evasión o victoria y lo entenderán.


Evasión o victoria(John Huston, 1981) pretendía basarse en un principio en una historia real acontecida durante la II Guerra Mundial. En la Ucrania ocupada por los alemanes, en 1942, se organizaron una serie de partidos entre los jugadores del Dynamo de Kiev y distintos equipos de las fuerzas de ocupación. Tras ganar todos los partidos, el equipo ucraniano se enfrentó al de las fuerzas de aviación nazis, la Luftwaffe. Tras la primera parte del partido se advirtió a los jugadores del Dynamo de las terribles consecuencias que podría acarrear para ellos el ganar aquel encuentro, pero esto no pareció asustarles. Tras ganar por goleada, cuatro de ellos fueron afusilados.

Sin embargo, el filme que nos ocupa finalmente poco tiene que ver con dicha historia. Michael Caine representa el papel de un oficial británico y jugador de fútbol internacional, a quien estando prisionero en un campo de prisioneros en Francia un general alemán le propone organizar un partido de solteros contra casados, digo, de prisioneros contra alemanes. Finalmente la cosa se sale de madre y acaban montando un encuentro entre una suerte de selección internacional con futbolistas de varias nacionalidades(todos prisioneros en distintos campos) y la selección de fútbol alemana en un estadio de París. Así, los nazis ven la oportunidad de demostrar la superioridad de su raza y nación y avanzar en la guerra propagandística. Por su parte, los oficiales británicos retenidos en el campo de prisioneros donde transcurre la mayor parte de la película encuentran la ocasión prefecta para organizar la fuga de todo el equipo aliado durante el partido y anotarse así una victoria moral, además de ridiculizar a los alemanes.

Cualquiera que haya visto La Gran Evasión verá, asombrado, cómo Evasión o victoria parece, sobretodo al principio, una réplica de la primera. Empezando por el título o por basarse en hechos reales, pasando por todos los detalles del campo de prisioneros y la inverosímil infraestructura de que disponen éstos para organizar fugas, hasta la banda sonora y el poco realismo de la historia, todo recuerda a La Gran Evasión. ¡Si hasta Stallone hace el mismo papel que el bueno de Steve McQueen! Obviamente, el film de John Sturges supera en todo al de Huston, pero si el primero podía calificarse de "película de domingo-tarde", la segunda es sin duda una "película de domingo-tarde-total".

Evasión o victoria es, por si no ha quedado claro, una película muy entretenida y que he de reconocer me ha gustado bastante, pese a la falta total de verosimilitud de su argumento, cosa que por otro lado la dota de un encanto especial. Hay que destacar su apasionante tramo final, durante el que tiene lugar el dichoso partido, en que uno puede quedarse sin uñas si se descuida.

martes, 9 de marzo de 2010

Las cosas claras


Hay pocas cosas que uno pueda afirmar hoy en día que tiene claras. La mayoría de lo que uno sabe y cree puede cambiar radicalmente de un día para otro, pues vivimos en un tiempo en que nada parece verdad y siempre hay algo escondido. Pero en mi caso, y en el de mucha gente, aún quedan cosas que uno puede atreverse a afirmar que las tiene del todo claras, aunque nunca llegue a saberlo ciertamente.


Una de estas cosas es el hecho de que, si bien es cierto que todo el mundo tiene el derecho a una segunda oportunidad, en determinados casos más valdría que no existiera ese derecho. Uno de estos casos es el de una persona que ha abusado sexualmente de un niño o niña. Lo políticamente correcto y la tradición cristiana nos dice que por mucho mal que alguien haya hecho, siempre debe existir la posibilidad de redención. Pero en un caso en que se ha infligido tanto daño, en que se ha arrebatado la inocencia de una persona sin formar y se la ha marcado de por vida, uno tiende a pensar que el castigo hacia el agresor no debería terminar nunca. La pederastia no es un delito común, todo el mundo lo sabe, por lo que no debería ser castigada como un delito común, sino como la aberración que supone.


Sin embargo, como ya he comentado, por muy claras que nos parezcan nuestras ideas nunca podemos asegurarnos de su inmovilidad. Debo aquí hacer referencia a un par de películas muy recomendables: Little Children (Juegos Secretos en su traducción al castellano; Todd Field, 2006) y El Leñador (Nicole Kassell, 2004). Ambas son películas muy recomendables, sobretodo la primera. Ambas tratan el tema de la pederastia, pero desde una perspectiva cuanto menos original: el punto de vista del agresor, habiendo éste quedado en libertad al cumplir su pena de cárcel. Ambas ofrecen interesantes reflexiones sobre el tema, especialmente El Leñador. En ésta, Kevin Bacon interpreta el papel principal, el del pederasta arrepentido Walter. En Little Children el personaje del agresor sexual queda en un plano secundario. Pero ambas ofrecen la versión de un pederasta que admite su culpa, que se considera enfermo y que hace todo lo posible por cambiar. Lógicamente, nadie se lo pone fácil.


Ambos films están realizados e interpretados de forma tan acertada que, viéndolos, uno no puede evitar llegar a sentir empatía y compasión por la persona que en la vida real considera un engendro. Al acabar de visionar cada cinta, con varios meses entre una y otra, me resultó imposible no replantearme ideas y creencias que creía fuertemente arraigadas. ¿Puede un pederasta ser víctima de sí mismo? ¿Se puede creer en su arrepentimiento? ¿Existe la posibilidad de que llegue a controlar sus impulsos y pueda conseguir, al fin, la redención?


Son preguntas que dejo en el aire, pero la reflexión más importante que me gustaría transmitir es lo maravilloso que resulta la posibilidad que una obra cinematográfrica pueda llegar a remover todo cuanto uno cree y conoce.

martes, 2 de febrero de 2010

Avatar

Finalmente he reunido el valor suficiente y voy a escribir una crítica sobre Avatar. Pero voy a hacerlo usando únicamente las expresiones manidas que Federik Freak, personaje que dibuja Rubén Fernández en El Jueves, recomienda no utilizar para ser original. Lo siento, ante una película que es de todo menos original, y que nos venden como revolucionaria, me niego a esforzarme más de lo que lo han hecho sus guionistas. Porque como ya habrán oído, Avatar es una tomadura de pelo, una película para niños. Muy bonita, eso sí, pero tan vacía como el bagaje cultural de Belén Esteban. Ahí van las ideas clave:


"Argumento lleno de tópicos"
"Catorce años para esto"
"Pitufos de tres metros"
"Eso sí, en 3D es espectacular"
"Pocahontas"
"Bailando con lobos"
"Final Fantasy"


Señor Cameron: por muy bonita que sea su mierda, no me la trago.

miércoles, 27 de enero de 2010

Cuando Holmes encontró a Ritchie

Cuando uno ve el tráiler de Sherlock Holmes, no sabe muy bien qué pensar. Cualquiera que, como un servidor, haya leído un par de libros sobre las aventuras del célebre detective, verá que resulta difícil reconocer en las escenas mostradas a los protagonistas de las novelas de Sir Arthur Conan Doyle. ¿Sherlock Holmes y el doctor John Watson transformados en personajes de acción al más puro estilo Van Damme? Entre los vastos campos de conocimiento de Holmes se encuentran la hábil práctica del boxeo y la esgrima, de acuerdo, pero de ahí a convertirlo en un action man va un trecho. Más tarde uno se entera de que el film se basa en un cómic, y entiende un poco más lo que pasa. Finalmente descubre que detrás de las cámaras se encuentra Guy Ritchie, y decide darle una oportunidad.

Como de costumbre, el tráiler engaña. Una vez en el cine, resulta que las escenas de acción no son tantas ni totalmente gratuitas. Con eso, que nadie espere encontrar al Holmes larguirucho, con lupa y vestido a cuadros que todos tenemos en mente. Igualmente, el doctor Watson tampoco es el prototípico hombre cincuentón, más bien gordito y chafado (aunque como mínimo le han conservado la cojera). Pero si se ignora el aspecto físico y no se es demasiado tiquismiquis, se puede reconocer perfectamente a los famosos protagonistas, además de a numerosos secundarios. Para alegría del fan, se hallan presentes abundantemente a lo largo del film las agudas observaciones y deducciones del investigador que tanto furor vienen causando desde finales del siglo XIX, así como no se echan en falta los sabios consejos de Watson y la cálida relación de amistad que une a ambos personajes.

Pero no hay que olvidar que se trata de una película del genial Guy Ritchie, y por tanto en ella abundan sus señas de identidad. No faltan las peleas, persecuciones, los matones irreductibles, un sentido del humor socarrón en cada diálogo y, sobre todo, lo más característico a nivel ritchiano: un ritmo frenético y endiablado. Todo esto convierte a Sherlock Holmes en una película tremendamente entretenida. No nos encontramos ante un nuevo Snatch.Cerdos y diamantes, pero este nuevo film roza su nivel. Además la trama no defrauda. Hacia la mitad la película experimenta un ligero bajón, pero consigue remontar hasta ofrecer un final más que aceptable, en el que no quedan cabos sueltos (cosa bastante de agradecer en estos tiempos en una película de misterio).

Para acabar, cabe mencionar las notables interpretaciones (especialmente Jude Law), un gran trabajo de recreación del Londres decimonónico sucio y podrido, y, algo a lo que no suelo dar mucha importancia, una fantástica banda sonora que acompaña a esta fantástica obra de buen cine de parte de uno de los directores más frescos de la última decáda.

viernes, 8 de enero de 2010

Cretinos de aquí y de allá

Hace poco, una persona muy atenta me obsequiaba con una revista de su barrio en la que aparecía entrevistado Ferran Monegal. Empecé a seguir el programa de este crítico televisivo, Telemonegal, con más o menos asiduidad hará un par de años, y enseguida me sorprendió en varios aspectos. En primer lugar, el increíble sentido común de que se sirve el célebre periodista a la hora de hacer sus críticas. Pero lo que más me llamó la atención fue, sin duda, él hecho de que fuera capaz de entrevistar, en un canal local como Barcelona TV, a cualquier famoso imaginable que apareciera por televisión o estuviera en algún modo relacionado con su industria. Multitud de personajes conocidos han pasado por su plató, desde una reportera de Está pasando hasta el todopoderoso Jaume Roures, pasando por sujetos como Eva Hache o Pedro Piqueras. Además, por mucho renombre que pudiera tener su invitado, el bueno de Monegal no dudaba en soltarle la opinión que éste le merecía, por muy cruda que pudiera parecer, sin ningún miramiento. El colmo de mi sorpresa tuvo lugar cuando acudió al programa el honoríssim president de la Generalitat de Catalunya, José Montilla, para, entre otras cosas, escuchar con su natural pasividad al presentador decirle que su forma de ser rompía desastrosamente el ritmo televisivo allá donde apareciera.

Estos pequeños ejemplos sirven para ilustrar, a aquellos que no conozcan el programa, la buena voluntad con que acuden celebridades de todo tipo para exponerse en un discreto plató a las preguntas de este crítico tan aficionado a mossegar (normalmente con razón). Volviendo a la entrevista publicada en la revista que he mencionado anteriormente, hubo una pregunta entre todas cuya respuesta me pareció muy, pero que muy interesante. En ella Ferran Monegal revelaba los únicos tres sujetos que habían rechazado, una y otra vez, acudir a su humilde plató: Merceditas Milà, Xavier Sardà i Andreu Buenafuente.


Los que vivimos en Catalunya sabemos de sobra que, mal que nos pese, el mirar por encima del hombro con desdén es una práctica muy común en nuestro pequeño país. Y estos tres sujetos, siempre desde mi punto de vista, son algunos de los mejores embajadores que tenemos para representar esta tendencia en el resto de la península.
El caso más objetivamente observable es el de la Milà. Basta haber visto cualquiera de sus Diario de... para comprobar sus ansias de protagonismo y su actitud egocéntrica de perdonavidas. Además, falta ver cualquiera de sus apariciones en Gran Hermano para acabar de determinar su grado de gilipollismo, que roza lo histriónico y enfermizo.
En el caso de Sardà debo asumir que es más una impresión subjetiva mía que un hecho realmente constatado, pero siempre me ha parecido mezquino y prepotente.
En cuanto a Buenafuente, reconozco que le he ido pillando manía últimamente, aunque sé que no he sido el único. No puedo evitar pensar que, en privado, debe llegar a ser un engreído de cuidado. Sin embargo, de los tres famosillos que han rechazado ser entrevistados, éste me resulta el caso más paradójico. Resulta que alguna vez he oído al propio Andreu quejarse o lamentarse que algunos famosos hayan declinado en repetidas ocasiones concederle una entrevista, y recuerdo haberle oído mencionar entre ellos al propio Sardà. Se ve que, además de humildad, le falta también una pizca de coherencia.


Pero vayamos a lo que realmente me preocupa: ¿Por qué Andreu Buenafuente no ha querido acudir a Telemonegal como invitado? ¿Teme que el señor Monegal le reproche, como es su estilo, cosas como el hecho que en los últimos años su programa haya perdido gran parte de su antigua gracia y sólo se aguante gracias a colaboradores como Berto? ¿O a lo que tiene miedo es, quizás, a que su entrevista pueda resultar tan aburrida y soporífera como las que hace él mismo cada noche? Yo, sinceramente, no tengo claro con qué opción quedarme.