domingo, 20 de junio de 2010

Operación Mamarracho


Mientras escribo estas líneas está sonando de fondo el nuevo programa de Antena 3 Operación Momotombo. Si no han visto su primer capítulo ni los anuncios de su promoción, el título les podría incluso sonar bien, como a aventura exótica. Pero nada más lejos de la realidad.


Operación Momotombo se inscribe en una fórmula que parece hacer furor últimamente entre los productores televisivos: coger a un puñado de adolescentes y jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni tienen ninguna intención de hacerlo, y los ponen a currar y a convivir juntos mientras son grabados. Los chavales, además de ser unos vagos de cuidado, discuten, insultan o directamente agreden a miembros de su familia en su vida diaria. Que están hechos unos buenos piezas, vamos.

En esta ocasión se ha introducido un componente común ya en otros realities: mandarlos a Nicaragua a realizar una supuesta labor humanitaria. Obviamente, los beneficiados de este trabajo solidario son los miembros de las familias de cuyos anticristos particulares consiguen librarse durante unas semanas, más que los pobres nicaragüenses que intentan construir un comedor para niños con la ayuda de los zagales. Sobra decir que los jóvenes no dan un palo al agua, llegan tarde y faltan al respeto a los nativos. Por ello el carácter solidario del programa es una falacia: continuamente se insiste en la responsabilidad que tienen los participantes ("si no llegan a la hora, los niños no podrán comer" he llegado a leer en pantalla), pero resulta incomprensible que dicha responsabilidad sea real si lo que se pretende veraderamente es ayudar a los autóctonos en su labor.

Pero eso no es todo, ya que a lo largo del programa llama la atención la presencia de un personaje que deviene en el mayor perjudicado en esta pesada broma. Éste es la persona que debe encargarse de vigilar a los sujetos y motivarlos para el trabajo, nada más y nada menos que Julio Salinas, el famoso ex-futbolista y parece que ya ex-comentarista deportivo, que ya realizó la titánica labor de aguantar las tonterías del difunto Andrés Montes en La Sexta. A lo largo de cada programa podemos ver a un Salinas cada vez más delgado y con peor cara desesperarse intentando despertar a unos zánganos mal criados, riñéndolos y aguantando su insolencia cual niñera de la casa real intentando domar al pequeño Froilán. No alcanzo a imaginar lo negra que debe tener el alma el despiadado que engañó al pobre futbolista para que firmara el contrato.

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