jueves, 29 de septiembre de 2011

Son la leche

En ocasiones, frente al televisor, me encuentro pensando que los publicistas son gilipollas, nos toman por gilipollas, o simplemente están mal pagados. Al menos hasta ahora. Sin tener ni pajolera idea de las dinámicas internas de funcionamiento del mundo de la publicidad, la única referencia que tengo sobre el tema son los episodios de la serie Mad Men. Siempre teniendo presente que se trata de un producto de ficción, y ambientado en una época muy anterior a la actual, se suceden escenas que pueden arrojar algo de luz en este sentido. No son pocas las veces en que el equipo de publicistas protagonistas presenta un anuncio o una campaña que parece cojonuda, pero ve como la empresa cliente lo rechaza porque "no es lo que había pedido" o no refleja la imagen que los directivos pretenden darle a su empresa o producto. Y como el que paga manda, se hace un nuevo anuncio a su medida, que acaba resultando peor que el original y poco productivo. Pero como he dicho, no sé cómo funcionan las cosas en la realidad y hoy en día, por lo que es bastante posible que el mundo real no tenga nada que ver con la serie.


Todo esto viene a cuento (o no) por un anuncio televisivo que llevo viendo durante semanas. El producto anunciado es un bollito, o pastelito o lo que sea, que se supone contiene mucha leche. Sandwich de leche creo que lo llaman. En el spot en cuestión, charlan y se presentan, dentro de una nevera, dicho bollo y una botella de leche. La escena me recuerda a esto . Cito el diálogo de memoria, por lo que puede que no sea exacto:


Pastelito: "Hola hermana de leche"

Leche: "¿Hermana de leche?"

Pastelito: "Sí, tú eres la leche y yo soy un sandwich de leche"

Leche: (visiblemente ofendida) "Qué gracioso...¡yo soy la leche!"


Bien, parece ser, pues, que la botella de leche tiene dificultades para comprender un mensaje simple, puesto que el pastelito en ningún momento le ha negado su condición de leche, de hecho se lo dice de forma explícita. Sin embargo, la leche no parece entenderlo y se muestra molesta mientras afirma que leche sólo hay una, y es ella. Puede que el astuto publicista de turno quiera presentarnos a una botella de leche con serios déficits cognitivos para mostrarnos que su producto es mucho mejor. O quizá se esté sugiriendo que el pastelito se encuentra en un estadio evolutivo superior, es la evolución natural de la leche, con lo que posee una capacidad de racionamiento que a ésta le falta. O incluso es posible que hayan encargado el anuncio a un equipo de becarios que no ha repasado el guión antes de realizar la escena. Pero, sea cual sea el motivo, el caso es que tras la última frase de la leche en cada nuevo visionado del anuncio me encuentro, invariablemente, gritándole al televisor con visible ira "¡Si es lo que te acaba de decir, subnormal!".

domingo, 11 de septiembre de 2011

Teenoir








Brick (2005), del debutante Rian Johnson, basa su originalidad en una arriesgada propuesta consistente en trasladar un guión propio del cine negro, género tradicional y claramente delimitado, a un contexto adolescente. De esta forma, tenemos por un lado unos personajes y situaciones característicos de este género clásico: el detective freelance de moral abiertamente ambigua, su fiel compañero que le proporciona apoyo, la mujer fatal, el jefe gángster, interrogatorios, peleas y traiciones. Por otra parte, la acción tiene lugar en emplazamientos tales como un instituto, su aparcamiento, el despacho del director o una casa en un barrio residencial. Todo ello siguiendo una trama que, a pesar de su sencillo punto de partida, llega a enrevesarse de tal forma que en ocasiones, especialmente durante una primera parte, puede llegar a abrumar al espectador debido a las constantes referencias a gran cantidad de sucesos y nombres.

Ciertamente, un planteamiento así hace temer un grado de surrealismo que roce el ridículo. Y, en determinados momentos, lo que ocurre en pantalla es casi delirante, pero lejos de lastrar el desarrollo lo que consigue es dotar a la película de un encanto que, junto con el buen sentido del ritmo de la narración, transforman este film en una obra casi de culto. Una fotografía centrada en la desolación y frialdad de los paisajes urbanos de extrarradio le confiere al conjunto una dureza e impacto que casan a la perfección con lo adulto del guión, que coloca a unos personajes al final de su adolescencia en una situación de inusitada madurez. El cuidado apartado sonoro, desde la banda sonora hasta los efectos de escenas como la de la persecución con navaja, acaba de redondear una película más que notable.

Puro cine negro, frenético en ocasiones, ambientado de forma magistral en un contexto original, en el que se ha suprimido prácticamente la presencia de tecnología como ordenadores y teléfonos móviles, lo que ayuda a que la mezcla funcione. Una muestra del extraño resultado de esta fusión la ofrecen los reiterados planos de las piernas y pies del protagonista: el contraste entre los tejanos modernos y unos zapatos clásicos propios de un vestuario más maduro ofrece la metáfora perfecta para reflejar lo que propone Brick. La renovación, casi reinvención de un género que esperemos establezca las bases para más películas como ésta.

Merece también una mención el joven reparto encabezado por Joseph Gordon-Levitt. Los que, como yo, le prestaran atención por primera vez en la estupenda (500) Días Juntos (Marc Webb, 2009) y considerasen que no acababa de encajar en su papel en Origen (Christopher Nolan, 2010) se sorprenderán de lo bien que reparte y encaja tollinas en esta película.