viernes, 25 de febrero de 2011

Wilder y el psicoanálisis

Conozco poco el cine de Billy Wilder, sin embargo puedo asegurar que La tentación vive arriba no es su mejor comedia. Lo que sí me atrevo a aventurar es que es una de sus películas más icónicas, pues más allá de apartamentos y Lemmon y Curtis travestidos, si existe una imagen más reconocible que cualquier otra a lo largo de la historia del cine es la de la falda de Marilyn Monroe levantándose pícaramente por culpa del aire procedente de una rejilla del metro neoyorkino. Icono indiscutible que procede de la mencionada comedia.

En La tentación vive arriba (The Seven Year Itch, 1955) conocemos a Richard Serman (Tom Ewell) en un caluroso mes de agosto de Nueva York, en el que es costumbre en toda familia de clase media que el hombre se quede trabajando mientras su mujer e hijos se toman unas vacaciones lejos de la ciudad. En este contexto se topa con una nueva vecina, una despampanante Marilyn que le provocará más de un sofoco en tan cálido contexto. Durante el transcurso de la historia, Richard conoce también a un psicoanalista durante una breve e hilarante escena, lo que provocará más de una referencia sarcástica en referencia a esta disciplina psicológica.

No debería extrañar a nadie, pues el psicoanálisis como teoría ha sido ampliamente (no discutiremos aquí si justificadamente o no) criticado y ridiculizado desde la mayoría de perspectivas psicológicas, desde su fundación hasta la actualidad. Su cientificidad ha sido sistemáticamente puesta en duda desde el ámbito académico y científico y los ataques a su validez y fiabilidad se han convertido en costumbre. En esta película se refleja de forma divertida esa suspicacia. Sin embargo, y paradójicamente, tras todo el conjunto del film subyace un supuesto fundamental que Freud recoge ampliamente en su obra y que bautizó como el "malestar en la cultura". Tomando como base el principio psicoanalítico de que la conducta del hombre se rige por impulsos, básicamente el impulso sexual y el impulso agresivo, Freud señala que para vivir en comunidad, el individuo se ve forzado a contener estos instintos. Dado que el ser humano es un ser social y se ha organizado de esta forma a lo largo de la historia desarrollando diferentes culturas, cada vez ha experimentado una presión mayor para frenar sus impulsos, lo que finalmente acaba generando un malestar y sentimiento de culpa.

La tentación vive arriba nos muestra el caso particular de un hombre que, por una parte, desea ceder ante la tentación sexual que le supone su atractiva vecina, pero por otro lado no está dispuesto a prescindir de la vida familiar que ha conseguido forjar y mantener. Continuamente se debate entre lo que la cultura dicta como correcto, y lo que realmente su cuerpo indica como apetecible. Y si encima este comportamiento "incorrecto" resulta que acaba siendo normativo, ya que a su alrededor todos los hombres obedecen a sus instintos sin pararse a pensar, el cacao mental que se genera no hay psicólogo ni psicoanalista que lo arregle.

No pretendo justificar ni validar el psicoanálisis como teoría de la mente, sino simplemente señalar que aquello que se critica momentáneamente en el film está realmente defendiéndose durante toda la trama. Quién sabe si a propósito o, retomando conceptos freudianos, de forma inconsciente.