sábado, 21 de noviembre de 2009

¡A profanar se ha dicho!

Es la costumbre: la semana del estreno en cine de una superproducción hollywoodiense, los pobres espectadores televisivos somos sádicamente bombardeados con películas del mismo género o, en caso de tratarse de una saga, anteriores entregas. Siempre ocurre y seguirá ocurriendo durante años. Por eso no es de extrañar que, habiéndose estrenado esta semana Luna Nueva, hayamos podido "disfrutar" estos días en nuestras pantallas de su precuela Crepúsculo y de otro filme remotamente relacionado con el tema general de éstas como Van Helsing.

Habiendo visto ambas a medias, aunque la segunda acudí a verla en su día al cine, he podido darme cuenta de la poca piedad que sus creadores han tenido al destrozar y profanar la mitología clásica vampírica. Tampoco es algo que me moleste en demasía, pues no soy precisamente un fanático del género, pero sí me hace pensar con nostalgia en qué ha quedado de películas como el Drácula de Coppola.

En el primer caso, hay que reconocer que el mal ya estaba hecho en el libro en el que se basa la versión cinematográfica de Crepúsculo. Pero viendo la mitad de la película no cuesta darse cuenta de que se trata de una mierda con mayúsculas(y perdón por la expresión, pero hoy no me encuentro inspirado). Lo mejor del filme seguramente sean los paisajes, ya que la historia no ofrece demasiado atractivo, especialmente para el público no femenino ni adolescente, y los efectos especiales provocan risas y lágrimas a partes iguales. Con malas interpretaciones y un guión absurdo, uno nunca acaba de ver el propósito de su argumento. Como he dicho, toda la ficción vampírica clásica queda destrozada presentándonos unos vampiros que, a pesar de sus cientos de años, van a la moda y acuden al instituto año tras año. Además, no consumen sangre humana sino animal por su conciencia pacifista, algo bastante más fantasioso que lo que planteaba la serie Blade. El colmo llega cuando se desvela el motivo por el que no se exponen al sol: no se trata de alergia, resulta que tienen la piel recubierta de una especie de purpurina dorada bastante mal lograda, que sólo se ve con luz solar, y que les hace recordar lo que son y que sean reconocidos como no humanos.

En cuanto a Van Helsing, es inevitable pensar que su argumento está planteado en forma de cachondeo puro y duro. Aquí encontramos un popurrí de mitos vilmente deshonrados: un conde Drácula afeminado y soso, hombres lobo, arpías voladoras, un monstruo de Frankenstein con la cabeza cuadrada y tornillos; todo revuelto y sin ningún tipo de lógica, aderezado con la presencia de secundarios estúpidos y todo tipo de aparatos de corte steampunk(ballestas automáticas, escopetas y otros aparatos más propios de Batman o el Profesor Gadget). Y por si fuera poco, culminando tamaño sinsentido con uno de los finales más ridículos de la década, de aquellos con nubes con forma de caras.

En fin, sólo queda esperar al próximo superestreno, a ver qué tema toca destrozar...Se admiten apuestas.